Yo soy leñador. Vivo del bosque ya que nunca aprendí otro oficio. El bosque es muy importante para mí y conozco cada rincón, cada piedra y cada tronco. Llevo años talando gradualmente los árboles; todos menos uno: un gran pino de tronco grueso que me recuerda a mi mujer. Ése era el lugar en el que nos tumbábamos a observar las estrellas a través de las ramas de los árboles.
La añoro tanto...
A pesar de todo, mi vida transcurría con normalidad hasta que ocurrió, en una calurosa noche de julio. Yo dormía plácidamente hasta que empecé a oler algo raro. Me levanté, me acerqué a la ventana y vi que el bosque estaba en llamas. Sin pensarlo dos veces, desperté a mis hijas y salimos corriendo en dirección al pueblo, sin poder coger nada.
Cuando ya estábamos en lo alto de una colina, no pude evitar mirar atrás. Por unos instantes me quede parado, observando atónito como el fuego cubría mi hogar y el bosque. Mi bosque. Una lágrima recorrió lentamente mi mejilla al pensar que el fuego acababa de arrebatarme mi trabajo, mi casa y el recuerdo de mi mujer.Ya nada se podía hacer para evitarlo; sólo nos quedaba rezar y suplicar que el incendio no fuese a más, y que tuviese suerte a la hora de volver a empezar de nuevo toda mi vida sin nada más que mis tres hijas.
Dedicado a todos aquellos a los que el fuego les ha arrebatado a alguien o algo valioso.
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