- LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE ATENAS -
Los
Juegos. Mi oportunidad para colgarme del cuello la preciosa medalla dorada; de
que mi nombre sea anunciado en todos los países; de que en Grecia me reciban
con vítores; de alcanzar el cénit de la carrera de un deportista.
Mientras tanto
espero en lo que parece una sala, llena de gente curioseando y lo que parece
ser unos niños de excursión escolar. No entiendo lo que dicen, no hablan
griego. Pero bueno, no tiene la mayor relevancia, dado que estoy esperando a
que griten mi nombre para poder entrar en el estadio y competir. El disco es un
deporte completo, necesitas fuerza, una posición correcta, entrenamiento… Es un
deporte individual, y para los egoístas como yo, eso le da un punto. Yo tendré
la culpa de mi derrota y de mis errores, por tanto, me exige muchísima más
responsabilidad. El disco para mí es un all-in, una apuesta firme, que me puede
traer una gran victoria, o una gran pérdida. Lo di todo por el disco, era mi
única salida, en un país inerte, por el que decidí apostar, en vez de emigrar. El
disco de mármol pesa, y mis huesos se agarrotan, los nervios influyen mucho.
Son
mis primeras Olimpiadas. Aunque el momento en sí, me lo he imaginado un
centenar de veces, cada noche. Salir del túnel que conduce al estadio, saludar
y ver como las banderas azules y blancas se agitan coreando mi nombre. La
satisfacción que me da el abrir los ojos tras el esfuerzo de cada lanzamiento,
el centrar mi pupila y divisar el disco, en la lejanía, con la progresión que
supone que cada vez lo lance un poquito más lejos, esa satisfacción, no me la
produce nada más. Y por eso, hoy lucho por esa medalla, aunque yo ya sé que el
haber llegado hasta aquí es suficiente. Mi entrenador siempre dijo que la frase
de “lo importante es participar” la inventó uno que quedó segundo. Yo he visto
a mis rivales en las salas de entrenamiento, soy el más joven, el que tiene
menos experiencia, pero eso no me frena.
El disco me pesa más y más, la espera
se me está haciendo eterna. Parece que lleve veinte siglos aquí metido. La luz
se apaga de repente. Intento cambiar de postura, encender una antorcha y ver qué
está pasando. No puedo, no entiendo nada, los niños han desaparecido y el
hombre de las gafas oscuras y uniformadas se ha ido. Me han dejado solo.
Agudizo el oído, los vítores del estadio se han apagado de repente. La espalda,
arqueada durante demasiado tiempo, está empezando a quejarse. Grito, y el eco
me responde; pero no es un eco exterior, simplemente noto como las palabras
rebotan en mi cabeza. Miro debajo de mi pie, hay una inscripción, Mirón de Eleuteras
455 a.C.
¿qué significará a.C.? Consternado, miro por una ventana, hay un cartel
anunciando los juegos, pone “London 2012”. Recuerdo con mis propias lágrimas la
realidad que intento olvidar cada mañana. Estoy en el British Museum, y soy más
conocido como El Discóbolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario